Recuerdo mis primeros años de vida con mucha alegría, viviendo en un entorno natural acogedor, perfecto para estimular la imaginación y creatividad, donde los palos, piedras, barro, arcilla, hojas y plantas eran tesoros con innumerables usos, los convertíamos en espadas, muñecas, familias, guerreros, piezas de construcción, colores, medios de transporte y en cualquier otra cosa que se nos ocurriera. Tengo un recuerdo muy nítido y hermoso de mi niñez, las carreras en caballos de palo que realizábamos con mis hermanos sobre un largo camino delimitado por plantas y arbustos que nos conducía hasta una puerta de madera rustica que ponía limite a los potreros, en el trayecto desde la casa hasta la puerta pasaba un largo tiempo, donde surgían personas, animales, casas, tiendas, en sí la naturaleza era el escenario perfecto para que nuestra imaginación cobrara vida sin ninguna limitación, transformándose en lo que nosotros creíamos.

No había lujos, pero si vivíamos en abundancia, abundante amor, familia, tiempo, aire puro, agua, tierra, animales, plantas, verduras, pescado, carne, arroz, leche, queso, mantequilla y todo aquello que la pachamama o madre tierra nos proveía, mis padres cuidaban y nos enseñaron a cuidar la tierra y ésta nos daba cada día más. Era fantástico ver como todo de forma natural o mágica se reciclaba y se reincorporaba en el ciclo natural de la vida, las heces de las vacas, cerdos, caballos, burros se convertía en abono para que proliferaran nuevas formas de vida; las abejas, murciélagos y otros animales transportaban el polen y las semillas a otros lugares, así que era normal encontrar arboles de guayaba, guanábana, mangos, mamoncillos, plátanos, bananos, plantas comestibles y muchas flores en cualquier lugar del bosque.

Era asombroso ver con cuanta sabiduría la naturaleza aprovechaba cada parte de sus recursos sin ningún esfuerzo, para hacer proliferar de forma constante y equilibrada nuevas formas de vida; en ese entonces había mucha tierra fértil disponible, muchos bosques y pocos humanos con afán de poder o riqueza, solo se tomaba de la naturaleza lo que se necesitaba, lo que hacía posible que los ecosistemas adsorbieran las perturbaciones, se recuperarán, mantuvieran el equilibrio y evolucionaran para adaptarse a las nuevas dinámicas del entorno fácilmente, sin alterar sus características de estructura y funcionalidad.

Al escribir las anteriores palabras y recordar con tanto detalle, es como si todo lo hubiese vivido en otra vida o hubiesen pasado muchos siglos, y al continuar con mi viaje retrospectivo me doy cuenta que solo han transcurrido 46 años desde que llegue a éste planeta, tiempo que es irrisorio comparado con los millones de años que necesitó el planeta para llenarse de vida y desarrollar las condiciones adecuadas para que la humanidad lo habitará.

El equilibrio duró poco hasta que la sobre explotación de los recursos naturales llegó, el hombre en su afán de tener más, apalancado por el consumismo y el logro, y de la creencia que el dinero te da poder y el poder te da felicidad, inicio la carrera contra el tiempo de la destrucción de ese pequeño paraíso, se talaron los bosques para comercializar la madera, generar cultivos y potreros para el pastoreo, se cazaban los animales de forma descontrolada para comercializarlos vivos, muertos y para su propio consumo, los árboles frutales que se encontraban en cualquier bosque o potrero ya no estaban, porque estorbaban para cultivar y para el pastoreo, los nacederos, algunas quebrabas y riachuelos se secaron, ahora son grandes extensiones de tierras desprovistas de vida, cada día tomamos mas del planeta y damos menos, y en ocasiones solo tomamos y dañamos, actuando como parásitos, desconectándonos de lo mejor de nosotros mismos el “amor”, como la esencia para vivir en armonía con nuestro entorno natural, promoviendo conexiones y relaciones positivas con el mundo que nos rodea.

Mi pequeño paraíso es un ejemplo de lo que ocurre en nuestro planeta, en el transcurso de la historia de la humanidad se ha presentado de forma repetitiva éste fenómeno, identificándose el mayor impacto ambiental en los dos últimos siglos, específicamente por el crecimiento demográfico y los modelos de liderazgo centrados en el EGO, en lo reactivo, en el poder, el logro, el control y la complacencia, que son implementados en su gran mayoría por los gobiernos, organizaciones y la misma sociedad como tal, siendo los más devastadores en la historia de la humanidad.

Según información de las Naciones Unidas en los último 69 años la población mundial ha incrementado en un 300% pasando de aproximadamente 2.600 millones de personas a 7.700 millones, y se espera que la población aumente en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 7.700 millones actuales a los 9.700 millones en 2050, pudiendo llegar a un pico de cerca de 11.000 millones para 2100, lo que ha generado y continuará generando una sobre explotación de recursos naturales por la “extracción de materia prima” para tratar de abastecer las necesidades básicas y satisfacer las no básica creadas por el hombre para ser aceptados y considerados socialmente exitosos, como es, vivir en barrios de extractos altos, comprar el auto más lujoso, matricular a sus hijos en los colegios más costosos, adquirir bienes, moda, tecnología, vivir al ritmo del consumismo y cada día tener más, todo esto ha generado un agotamiento del planeta y en la actualidad tal es el consumo de la humanidad que ya un planeta no es suficiente para vivir, necesitaríamos aproximadamente 1,6 planetas para poder satisfacer nuestras necesidades, y si seguimos actuando así , para el 2100 necesitaríamos aproximadamente 3 planetas.

Estamos viviendo un siglo en el que la ciencia avanza a un ritmo acelerado, la humanidad evoluciona más rápidamente, hay más lujos, más posibilidades, y también más infelicidad; todo esto ha generado un despertar de consciencia en las nuevas generaciones los Y o millennial, los recién incorporados al mercado, los “Z” quienes no quieren más de lo mismo, y generaciones anteriores que se cansaron de vivir sin sentido y quieren vivir con una nueva visión del planeta, y de una nueva sociedad, ¿qué pasará con los humanos si continuamos sobrepasando la capacidad de nuestro planeta?, ésta pregunta nos invita a reflexionar sobre lo que creemos, nuestro sueños, nuestro propósito de vida en el planeta, objetivos y proyectos, y las acciones que desarrollamos a diario, estamos viviendo un momento donde debemos generar cambios desde la esencia de cada ser humano, es hora de re evaluar nuestros modelos de conciencia (creencias, supuestos, valores, hábitos, comportamientos…) y emprender nuevos caminos desde modelos de Liderazgo más evolutivos, como una unidad o como un gran ecosistema que se requiere para vivir en armonía.

Hoy es un momento increíble para reconocernos y observar que desconocemos e ignoramos muchas cosas de nosotros y del mundo, es hora de darnos la oportunidad de desaprender, desarrollar nuevos recursos y generar transformación integral como individuo y colectivo, en éste momento de vida tenemos el tiempo para mirar hacia dentro y buscar el apoyo para iniciar ese viaje de metamorfosis interna que nos conecte con nuevos niveles de energía para vivir desde nuestro propósito de vida y del planeta.

Como dice Frederick Laloux “al igual que un pez que por primera vez puede ver el agua cuando salta por encima de la superficie, adquirir una nueva perspectiva requiere que nos des identifiquemos de algo que antes nos tenía totalmente vendados”.

La crisis que vivimos actualmente a nivel mundial generada por un virus llamado SARS-CoV-2, nos ha recordado que la única forma de enfrentar efectivamente los desafíos o crisis globales es uniendo nuestros esfuerzos como humanidad para trabajar todos hacia el mismo propósito de forma sostenible “La salud del planeta”, y cuando hablo de salud lo hago de forma integral en el ser humano (física, mental y espiritual) para desde allí sanar nuestro planeta.

Espero hayas disfrutado el artículo y te sea de utilidad en éste momento de tu vida. Abrazos desde el corazón

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Fotografía: Luis Carlos Pacheco